Cuéntame ese sueño en el que sacamos los cuerpos del lago
y los vestimos con ropa seca.
Lo tarde que era, y nadie podía dormir, y los caballos corrían
hasta olvidar que eran caballos.
No es como el árbol, cuyas raíces finalmente se detienen,
es más bien como una canción que suena en la radio de un policía,
cómo enrollábamos la alfombra para bailar, y los días
eran de un rojo brillante, y cada vez que nos besábamos había otra manzana
que cortar en pedazos.
Mira la luz a través del cristal. Quiere decir que es mediodía, quiere decir
que somos inconsolables.
Cuéntame que todo esto, y el amor también, nos destrozará.
Estos, nuestros cuerpos, poseídos por la luz.
Cuéntame que nunca nos acostumbraremos.
Sherezade, Richard Siken