Cuando la profesora de Filosofía encargó el trabajo de fin de curso en Bachillerato, toda la clase empezó a resoplar, sin saber muy bien por dónde tirar; si Platón o Aristóteles, si Descartes o Spinoza, si Hegel o Kant. Todos menos Cristina, a quien el encargo del trabajo no se le presentó como una labor tediosa que tenía que salvar, sino más bien como una gran oportunidad para por fin explicar lo que llevaba sintiendo durante toda su vida. Tenía claro que su tema iba a ser el Atlético de Madrid.
Cristina (Villaverde, Madrid, 2001) es socia del Atlético de Madrid desde el día en que nació, justo después de que el Atleti empatase en el Colombino de Huelva con un gol in extremis del argentino Mena. Fue un año duro aquel, el año del no ascenso, pero también fue un año que quedará para la Historia, aquel en el que un niño llamado Fernando se enfundaba por primera vez la camiseta del primer equipo, con el treinta y cinco a la espalda. Dios aprieta pero no ahorca.
La familia de Cristina es pura genética colchonera, desde su padre, que casi pasó antes por las oficinas del Manzanares que por las del Registro civil en el nacimiento de sus hijos, hasta su abuelo, que ya cumplió los cincuenta años de socio y forma parte del Senado del Atlético de Madrid, una familia que ha hecho el recorrido completo, de Metropolitano a Metropolitano, impregnada de todos esos valores que diferencian tanto a la afición del Atleti y que, para Cristina, como bien intentó de explicar en su trabajo, son una filosofía de vida.
“No todos tenemos la misma perspectiva. No quiero tampoco discriminar a otros equipos ni a grupos de personas ni aficiones, simplemente quise llevar mi filosofía de vida a todos y que se den cuenta por qué hay tanta gente que pensamos diferente a ellos”
Ese era su motivo y su declaración de intenciones. El Atleti es filosofía. Su filosofía de vida. Y había que hacerse entender.
Cristina se empleó a fondo en su trabajo, y cuando le tocó exponerlo, lo hizo sin ninguna pretensión elevada, “no quería conmover a nadie, simplemente quería que escucharan y se pararan a pensar”. Explicó uno a uno los valores del Atleti, habló del respeto y la dignidad en relación a como Kant había expuesto algunos de los pilares de su idealismo. Habló, claro, del esfuerzo, de cómo a través de ese valor imprescindible todos podíamos acercarnos al Superhombre, y ahí le costó no cometer la errata voluntaria de nombrar a Simeone en lugar de a Nietzsche; el superhombre, ese modelo que, superados una serie de valores que ya considera decadentes, elige su propio estilo con el cual se encuentra feliz, una superación que representa una vuelta a la vida. Puro Atlético de Madrid.
Para ella, la filosofía del Atleti, la de su vida, puede resumirse en la frase “Nunca dejes de creer”. La vida le ha enseñado que con trabajo y convicción, puede conseguirse aquello en lo que se cree. Cristina ha crecido en el Calderón, desde que iba de la mano de su papá hasta que empezaba a encaramarse a la valla para gritar a Leo Franco, ha observado de manera inconsciente que mucho de todo aquello que su profesora trataba de explicarle en las clases de Filosofía, ella ya lo había vivido en el paseo de los Melancólicos. Saber ganar, saber perder, la enseñanza de la derrota, el valor del trabajo, la igualdad, el feminismo, con el Féminas del que tan orgullosa ella se siente, estaban ahí, infiltrados en su viaje perpetuo en sus diecisiete años de vida a la ribera del Manzanares.
No lo pretendía pero en realidad todos quedaron conmovidos: su profesora, que tal vez no podía imaginar qué oculta relación podría existir entre Scheler y Simeone, los compañeros, algunos por verse reflejados en ella, los otros, los de la otra acera, observando en la distancia con tierna envidia cómo esa filosofía de vida lo termina inundando todo. Sólo quería resaltar la diferencia, explicar que lo relevante es el camino y no el fin, que importa mucho la manera en la que vamos por la vida. Quería explicar que queremos ser felices y, sobre todo, ser familia.
Cristina lloró a mares en Milán, y a la vez, pese al llanto, lo recuerda como el mejor día de su vida. Esa es una metáfora perfecta que engloba toda la Filosofía del Atleti, la filosofía de su vida. La profesora encargó un trabajo de fin de curso pero Cristina, con su reflexión, regaló algo mucho más profundo: una auténtica lección vital. Y filosófica.