Oblak camina hacia la leyenda

Cuando Jan Oblak (Škofja Loka –Eslovenia-, 1993) aterrizó en julio de 2014 en el Atlético de Madrid, nadie podría imaginar que este portero de perfil sereno, inmutablemente tranquilo, con flema eslava, inalterable, iba a recorrer el camino que lo llevará a convertirse en una de las principales leyendas del club. La senda que conduce hacia el trono del mejor guardameta de la Historia rojiblanca podría parecer un lugar inaccesible, ocupado por Abel Resino desde hace más dos décadas sin que nadie haya osado desde entonces siquiera acercarse a sus registros. Los primeros pasos de Oblak no invitaban a pensar que estuviese dispuesto a recorrerla pero el fútbol a veces, como la vida, ofrece falsas apariencias, tiene extraños giros y también finales inesperados.

En mayo de 2014, el equipo de la ribera del Manzanares acababa de conquistar en el Camp Nou una Liga que parecía imposible y apenas una semana después, en Lisboa, rozó con la yema de los dedos una Copa de Europa que volvió a resultar esquiva y cruel. En todo ese resurgir histórico bajo el mando de Simeone fue protagonista de primer orden otro portero, Thibout Courtois, que dejó bajo las porterías del Calderón tres años excelsos y un vacío que parecía inabarcable cuando fue obligado a retornar a tierras londinenses, desde donde había sido cedido por el Chelsea del multimillonario Abramovich.

Para ocupar el hueco dejado por el guardameta belga llegó Jan Oblak. El Atlético de Madrid pagó 16 millones de Euros por él al Benfica, un precio que parecía excesivo para un portero, no en vano, en aquella fecha, se convirtió en el fichaje más caro de un arquero en la historia del fútbol español. Oblak arrancó su etapa con una mochila oscura en la que pesaban el importe de su traspaso y también, curiosa paradoja, el enorme vacío dejado por Courtois.

Oblak en el Bernabéu. Foto: Rubén de la Fuente

Su debut fue una invitación al desastre, pues, en su primer partido frente a Olimpiacos, encajó tres goles en los tres disparos a puerta que recibió y fue triste protagonista en la primera derrota de su equipo en la Champions League. Tras el titubeante inicio, Oblak cayó lesionado en diciembre, lo que le hizo perder la titularidad en detrimento de Moyá, el portero que vino para ser suplente su suplente y que acabó eclipsando sus inicios. No volvería a la portería del Atlético de Madrid hasta mes de marzo de dos mil quince, en un partido que representó el verdadero punto de inflexión en su carrera. Aquella noche el Atleti se jugaba el pase a cuartos de final en la máxima competición Europea; Moyá cayó lesionado en el minuto veintitrés y el esloveno no desaprovechó su oportunidad para recuperar el trono. Sostuvo a su equipo con una gran actuación y detuvo el primer penalti en la fatídica tanda que propició el pase de ronda de su equipo. Aquella noche, Oblak, aun sin saberlo, tomó la dirección adecuada en el cruce más importante de su vida. Aquella fue la noche en la que inició su camino hacia la leyenda.

Desde aquel ya lejano mes de marzo de su primera temporada, el vuelo de Oblak ha sido imparable. Es el mejor en todos los registros en los que se le pueda evaluar aunque él, fiel al perfil humilde que ha mantenido desde que cuando era un niño recorría en bicicleta los 25 kms que le separaban de Ljubljana para poder ir a entrenar, se ufana en sostener que “no hay una sola cosa en la que no pueda mejorar”. En el pasado julio, tras renovar su contrato con su actual club, reconocía en una entrevista en el Diario Marca que “todavía no estoy en mi nivel más alto”, pero lo cierto es que se encuentra en un lugar de privilegio, en el último peldaño de la escalera que le llevará situarse como el mejor portero de todos los tiempos en el Atlético de Madrid. Los números hablan por sí solos:

Oblak ha ganado el trofeo Zamora, que premia al portero menos goleado de la Liga, las cuatro últimas temporadas. Computada la jornada trece del presente campeonato, ha disputado 226 partidos defendiendo la portería rojiblanca, un total de 20 384 minutos en los que sólo ha encajado 151 goles, lo que da un promedio de un gol cada 135 minutos. En 126 ocasiones ha conseguido mantener la puerta a cero, lo que arroja un dato espectacular: en más de la mitad de los partidos con el Atlético de Madrid ha resultado imbatido.

Paradón de Oblak frente al Lokomotiv: Foto: atleticodemadrid.com

A nivel colectivo, desde su llegada al Atleti, Oblak ha sido campeón de la Supercopa de España, campeón de la Europa League, campeón de la Supercopa de Europa, dos veces subcampeón de Liga, y también en una ocasión subcampeón de la Copa de Europa, una negra noche en Milán, donde siempre será recordado por aquella tanda de penaltis en la que no consiguió detener ninguno. Tal vez sea ese el único borrón en su carrera.

En la presente campaña ha iniciado su ascenso hacia los lugares de privilegio en la historia rojiblanca. Miguel Reina, mítico portero colchonero, fue desbancado del cuarto lugar en número de partidos jugados, con 213. Para Miguel, Oblak es

“un portero extraordinario. Reúne todas las condiciones que debe tener un gran portero: es valiente, va bien por arriba, tiene reflejos, uno contra uno, transmite seguridad a su defensa. Sin duda es uno de los mejores porteros del mundo en la actualidad y sin duda marcará un hito en la Historia del Atlético de Madrid. Si lo respetan las lesiones y continúa en el club se convertirá en el mejor portero de su Historia”.

Por delante, Madinabeytia (236) y Molina (248) serán superados en esta temporada y al final del camino está Abel Resino, el cancerbero que en más ocasiones (303) ha vestido la zamarra rojiblanca. El “13” del actual Atlético de Madrid podría arrebatarle el cetro en la próxima campaña, y su nombre quedaría grabado con letras de oro en la Historia rojiblanca.

Oblak es ya considerado por muchos como el mejor portero del mundo. Íker Casillas, ídolo de infancia del esloveno y portero de referencia en la última década del fútbol mundial, lo consideró en sus redes sociales el portero más en forma del momento. Los datos son abrumadores, las sensaciones clarividentes pero hay algo que todavía engrandece más esta historia: Jan Oblak tan sólo tiene 26 años. En la cima del fútbol mundial, llegando a la meta en en esa senda de éxito que le conduce a construir un lugar de privilegio en la élite, lo hará con muchos años de su carrera por delante. El fin de esta historia está lejos de ser escrito. El camino de Oblak continuará después de la leyenda.

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